jueves, 6 de noviembre de 2014

Luchar contra las guerras, recuperar nuestra capacidad de amar.


Escribí esta reflexión a petición del Comité Óscar Romero de Cádiz y para el acto de presentación, al que asistí, de la Agenda Latinoamericana 2015 (http://latinoamericana.org/). A mitad del texto coloco el vídeo en que me apoyé para mi intervención sobre el derecho a la Paz del mundo y a la Madre Tierra.


Luchar contra las guerras, recuperar nuestra capacidad de amar.

Primero quiero enviar desde aquí un afectuoso saludo a todos y todas las militantes pacifistas, por el desarme y frente a las violencias de los distintos países europeos, latinoamericanos, africanos... Lo hago desde Cádiz, una milenaria ciudad que en 1812 expresó un rotundo NO al régimen feudal pero que hoy está a solo 11 kilómetros en línea recta de una base nuclear norteamericana como la Base de Rota, a su vez muy cercana a otras dos, también con capacidad nuclear, como son las bases militares de Morón y la de Gibraltar. Os saludo de corazón, siguiendo en esto no más que el espíritu festivo y solidario de la cultura de Andalucía, el lugar de la Madre Tierra donde crecen mis tres hijos. Y os saludo también con un profundo respeto y con una encendida esperanza en la capacidad de los pueblos para superar las graves injusticias y abrir los nuevos caminos de la Paz que todos y todas anhelamos.

En segundo lugar, quiero leer un texto de mi sindicato (CGT) donde que creo que se resume bien en qué situación estamos y cuáles son las causas generales de que la Madre Tierra, todo el planeta, toda la humanidad, toda la Vida, esté en la situación de peligrosa zozobra que conocemos, que sufrimos y que intentamos cambiar:

El capitalismo ha elevado a la máxima potencia, el triunfo del mercado, es decir, la mercantilización de toda la cadena de la vida, toda la vida: la biológica, la animal y la humana, en base a despreciar la misma, desforestando los bosques, arrasando campos de producción de semillas para la alimentación sustituyéndolos por forrajes para producir bioetanol, recalentando la tierra, provocando y alimentando guerras para expoliar recursos y miles y miles de muertos, envenenando la tierra, contaminando los mares y costas, provocando genocidios de pueblos indígenas, de pueblos enteros, palestinos, árabes; generar hambre, pobreza, dolor, mucho dolor, a la vez que ha convertido los lugares de trabajo en centros de sufrimiento.

El fundamentalismo del mercado, es el enemigo más terrible de la humanidad: tienen en sus manos el monopolio tecnológico; controlan los mercados financieros y los mercados de 20 mercancías a escala planetaria; son “dueños” de los recursos naturales del planeta, bien por rapiña, bien por robo, bien por expropiación; controlan los medios de ideologización, llamados de comunicación y, por último, son dueños de todas las armas, las cuales no dudan en utilizar para seguir siendo los “dueños del planeta” y seguir amenazando y agrediendo la vida.




En tercer lugar, quiero decir aquí que, como insumiso que fui al servicio militar obligatorio sobre el año 1987 y como militante antimilitarista que aún soy, estimo que a ninguno de nosotros y de nosotras se nos puede pasar por alto el hecho de que, si queremos hacer valer el derecho de los pueblos a la Paz, tenemos el deber ético de oponernos particularmente al recrecimiento de las industrias de armas, con su mortífero comercio por todo el mundo, y a las armas de destrucción masiva (unas 20.000 ojivas atómicas aún en el mundo). Me pregunto y os pregunto: ¿qué derecho a la Paz, al Desarme Nuclear, a la diplomacia activa de la solidaridad internacional, tenemos nosotros y nosotras, todos los pueblos y la Madre Tierra, si no concentramos nuestra energía política frente a esta concreta y grave amenaza de las armas de destrucción masiva?; el hambre y la indignidad humana a que muchos pueblos están sometidos, así como la degradación ambiental a que se someten ríos, bosques, océanos y tierras, ¿no tienen su correlato más evidente y justificador en las armas de destrucción masiva?, ¿no es el militarismo heredado del siglo XX, junto a todo tipo de violencias estructurales, quien apunta más directamente al corazón de la Madre Tierra malgastando sumas multimillonarias en armas y muertes?.

Quiero también, en cuarto y último lugar, decir que tengo miedo de mis muy irresponsables gobernantes. No es un miedo que me paralice, que me lleve a la inacción, pero sí es una gran prevención tanto ante el peligroso Tratado Trasatlántico de Libre Comercio e Inversión Europa-USA como, muy particularmente, ante el poderoso avance, junto al aumento de los efectos antisociales de la llamada crisis, del militarismo de las potencias de la OTAN. Es decir, me alarma comprobar que aumentan los gastos militares, que España interviene militarmente cada vez en más países, que la Unión Europea permanece impasible ante conflictos como el de Siria o el de Palestina, que Estados Unidos se enseñorea del Mediterráneo y coloca sus destructores (que parten de la base aeronaval de Rota) frente a Ucrania, que las Fuerzas Armadas -ya sin ocultarse- comienzan a entrenarse en estrategias de represión política directa en las calles, que el Ministro de Defensa de España es un alto ejecutivo de las multinacionales que fabrican armas de guerra… Sí, nuestros gobernantes, a su vez dirigidos por intereses diametralmente opuestos a los de los pueblos, nos imponen el militarismo, las guerras y la destrucción a un ritmo que la humanidad y la Madre Tierra ya no soportan más. Da miedo. Me da miedo, no lo oculto, este instinto de holocausto de nuestros gobernantes.

Pero no quiero terminar este escrito sin referirme a la pregunta que una vez mi hijo mayor, que tiene 21 años, me hizo después de una reflexión parecida a la que hoy he presentado aquí. Me dijo: -pero, papá, ¿qué estáis haciendo la gente que os dais cuenta de todo eso?. Le respondí: -luchar, hijo, luchar. Hoy añado aquí que creo que esa lucha debería tener cinco o seis cualidades: urgencia, fraternidad, coraje, no violencia, inteligencia y, por encima de todas ellas, un amor profundo a la Madre Tierra. Sin este hondo sentimiento que es el amor a la Vida no podremos superar el afán destructivo y enloquecido de unos cuantos.

Gracias y adelante.
(Cádiz, jueves 6 de noviembre de 2014)